Una británica se retrató a intervalos regulares durante todo un día. El experimento muestra que las horas no pasan en vano.
La periodista Anna Pursglove quiso demostrar los cambios que un rostro sufre hora a hora, y día a día.
Por ello, se fotografió en distintos momentos de una jornada para que se pueda ver gráficamente las modificaciones que se experimentan.
Desde que una persona se levanta, hasta el momento de acostarse, hay situaciones que desgastan o relajan y eso se refleja en la cara.
En el caso de Anna, lleva a sus hijos a la escuela, sale a correr, limpia su casa, sale de compras y va a una fiesta entre otras acciones.
Imagen Nº1: A la izquierda (7.00) escribió que "las bolsas bajo los ojos son terrible". A la derecha (10.15) destacó el "aumento del flujo sanguíneo" que luego de correr y llevar a sus hijos al colegio, la ruborizó.
Imagen Nº2: En la imagen de la izquieda son las 11.15, y ya se había colocado maquillaje. En la derecha (12.30) terminaba "dos cargas de lavado y fregaba el suelo de la cocina".
Imagen Nº3: En la foto de la izquierda, son la 15.30, y admite que "el maquillaje desapareció y las bolsas volvieron a los ojos". En la derecha ya son las 19, y volvió de la clase de ballet de su hija: "Mi cara comienza a verse pálida."
Imagen Nº4: Dónde está sonriendo, es justo antes de ir a cenar con sus amigas: "El maquillaje me hace ver humana otra vez". En la segunda imagen ya está a punto de terminar su día (23.00). "Unas copas de vino y una pizza después, me veo terrible. El cansancio es abrumador. Mi cara ha tenido su propio viaje", concluyó.
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