Nada de maullar y esas cosas primitivas. La bestia en cuestión, que más que bestia es una dama, habla, se expresa, usa algo que bien podrían ser palabras de alguna lengua oriental perdida. Claro, tiene un tono agudo que complejiza entender lo que dice, pero la intención es transparente:
“Abra esa puerta, déjeme pasar, esto es absurdo, no voy a tolerar un segundo más ser dejada puertas afuera como si fuere un… bueno, sí, soy un gato pero déjeme pasar o la denunciaré”.
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La dueña de tan virtuoso animal lo filma y no cede a sus reclamos, pero hay que reconocer su mérito.
¿Estamos ante el comienzo de la dominación final de los gatos sobre nuestro mundo? Ya antes dominaban nuestras casas, se comían nuestra ropa, dormían en nuestras camas… bueno, ahora hablan. Listo, somos prescindibles. Apaga la luz y vámonos.
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