Ocupa el podio de la repugnancia en el orden subjetivo de insectos que nunca estarán en peligro de extinción por su contribución al equilibrio de la naturaleza.
La mosca pertenece a la familia de los dípteros, de los que existen 165.000 especies, pero a la que nos referimos es a la que se mete en casa, encontramos encima del cartón del zumo, merodeando en el cubo de la basura o que se posa en nuestro plato de comida.
Es doméstica y minoritaria. Es esa mosca negra y peluda que crece y se nutre de las heces, se reproduce allí por ser su hábitat, también en los desechos, en lo putrefacto y en sustancias en descomposición y, por tanto, es muy apta para transportar agentes patógenos. Hasta cinco millones de bacterias se quedan pegadas a sus patitas. Y cuando se coloca en la servilleta o en filete, las disemina.
En un segundo, o menos. ¿Qué hacemos con ese trozo de carne que íbamos a agarrar con el tenedor? Espántela, cierre los ojos, intente aplicar la técnica de parada de pensamiento y hágalo… ¡A comer! Si lo ha cocinado, no hay peligro.
El problema es cuando los microbios que transportan entran en contacto con alimentos no cocinados y se dejan en condiciones favorables al cultivo de bacterias, por ejemplo, fuera del refrigerador. Por ejemplo la clásica situación de una mosca que se posa dentro de un plato con un huevo que se está batiendo. Para curarnos en salud, lo mejor es coger otro huevo de la nevera y repetir la operación, con seguridad, en otro recipiente.
En cuanto a la fruta, no hay riesgo. Ya que el azúcar que contiene retrasa la aparición de bacterias y, además, las que se crían en ella no son nocivas, a diferencia de los patógenos que se desarrollan en la carne o el pescado a temperatura ambiente.
Pues a pesar de estas medidas de precaución, las moscas sucias nos van a transmitir millones de microbios que acabaremos ingiriendo. Pero nuestro cuerpo tiene los mecanismos para destruirlos en la gran mayoría de los casos. Y esas bacterias rebeldes pueden ocasionar, como mucho, algún malestar intestinal.
Los problemas aparecen cuando se deja que campen a sus anchas en los alimentos frescos sin tomar medidas de higiene. Nos encontramos con los contagios: salmonela, tifus, cólera, lombrices intestinales… en la literatura científica se han documentado incluso casos de ántrax.
La mosca, que es una especie cosmopolita, no es peligrosa en sí, pero mecánicamente puede tener su importancia, si dejamos que transmitan esos patógenos en condiciones favorables, y eso pasa en los sitios donde la higiene es escasa.
Las moscas son capaces de transmitir más de cien organismos patógenos diferentes. Se adaptan a cualquier ambiente, salvo los climas fríos, y que frecuentan los montones de desperdicios, excrementos, aguas residuales y sustratos en descomposición.
Se alimentan de una gran variedad de materiales y alimentos, en buen estado o en putrefacción. Están dotadas de un olfato extraordinario, son capaces de detectar el olor de materia orgánica en descomposición a varios kilómetros.
No todas son iguales
Volviendo a la mosca que nos ocupa, la doméstica, puede ser dañina para el ser humano, precisamente porque transfiere los microbios de su hábitat fétido y eso puede acarrear enfermedades.
El riesgo de la mosca común para los humanos es su hábitat. “Si nos comiéramos una mosca limpia, no nos pasaría nada”. Hay que distinguir esta especie de mosca negra, que “vive en la inmundicia”, de otras “de colores”, como las polinizadoras o aquellas que producen larvas que se emplean para el control de plagas. Y nada tiene que ver esta mosca popular con la hormiga, que nos puede resultar molesta y dañina, pero que se dedica a hacer el trabajo de reciclar las sustancias orgánicas.
Y en este punto, tenemos que hacer la pregunta obligada, que nos taladra desde el minuto uno, pero la posponemos. ¿Pueden las moscas transferir más microbios y bacterias que las cucarachas?. Las cucarachas se alimentan de restos de comida, pero no de excrementos y materia podrida. En ese sentido las moscas son más transmisoras de agentes patógenos.
Las moscas y las cucarachas son potencialmente vectores mecánicos de bacterias, protozoos y hongos; junto a los mosquitos, pulgas, garrapatas y chinches son los insectos responsables de la transmisión biológica de agentes productores de enfermedades.
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